sábado, 27 de octubre de 2012

Sesión 27/10/2012

En la jornada de hoy revisamos contenidos de Lenguaje y Matemáticas junto a los niños y niñas de la población. Luego del arduo trabajo para que terminaran ambas guías de trabajo, iniciamos un taller de pintura con témpera con tema de libre elección.

Muchas gracias a los/as voluntarios/as que asistieron a trabajar responsablemente en este proyecto.





sábado, 20 de octubre de 2012

Sesión 20/10/2012


Hoy celebramos una nueva sesión de voluntariado junto a los niños y niñas de la población Nueva Guanaco en Recoleta repasando las materias de Lenguaje y Matemáticas como es costumbre. Esta labor cobra vital importancia ya que en las escuelas se acercan las pruebas finales en las presentes alturas del año lectivo. Las ganas de aprender se acentúan cada vez más.

Por cierto, hacemos extensivos nuestros agradecimientos a todo el equipo asistente, en especial a Claudio Miranda por su ayuda y buena voluntad, también a los vecinos y vecinas de la población por confiar a sus hijos/as con nosotros. 










jueves, 4 de octubre de 2012

Los estudiantes, los pobladores y la memoria: reflexiones sobre la ética estudiantil y el compromiso universitario a partir de la experiencia en la Población “Siete de Febrero”.


Homenaje póstumo a Giovanna Morales (1980-2010).

Por Néstor Guerrero S.

Justo en momentos en que la configuración del escenario sociopolítico en Chile pareciera ser factible para materializar las condiciones prácticas de posibilidad para articular un Movimiento Social -con mayúscula siguiendo la distinción garretoniana-, cobra sentido reflexionar sobre una experiencia concreta surgida hace varios años desde la Universidad de Chile en que se produjo una articulación de dos actores que, en términos históricos, corresponden a movimientos sociales específicos, esta vez con minúscula. Se trata de los estudiantes y los pobladores. 

El año 2004 un grupo de estudiantes de la Escuela de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad de Chile iniciamos un trabajo extra-curricular cuyo objetivo era volcar nuestras capacidades (en tanto nos formábamos en la gestión pública, las políticas públicas y la ciencia política)  hacia el “mundo de las poblaciones”[1]. Como grupo buscamos enmarcar (framing) ese proyecto en un lema que acolchaba el sentido que entonces le otorgábamos a nuestra acción: “la U al pueblo” señalábamos recuperando esa categoría como un metacolectivo olvidado en el discurso público del Chile de los noventa. Tratábamos entonces, a través de ese lema, graficar el compromiso de “una universidad cuyo norte sea Chile y las necesidades de su pueblo”.

En la búsqueda de consolidar el proyecto, aumentar la convocatoria y generar los apoyos institucionales, decidimos –de modo más o menos deliberado- adscribir nuestro incipiente trabajo a la figura socialmente aceptada del “voluntariado”. La población que nos abrió las puertas fue la “Nueva Guanaco”, ubicada en los límites de las comunas de Recoleta y Conchalí y denominada así por las autoridades del régimen autoritario de Pinochet. En realidad, el nombre dado por los propios pobladores es “Siete de Febrero”, debido a la fecha en que ellos se tomaron los terrenos, fundando la población un 7 de febrero del año 1957, ocho meses antes que la emblemática toma de la población “La Victoria”. En efecto, se trataría de una de las primeras tomas de América Latina.  

Entonces, el proyecto de voluntariado perseguía básicamente aportar herramientas para contribuir con el empoderamiento de los dirigentes comunitarios y, por tanto, con el fortalecimiento organizativo de los pobladores, pero además teníamos como objetivo central fortalecer o reforzar los procesos educativos formales de los niños y niñas de la población y, mediante actividades deportivas, artísticas y culturales, generar condiciones de inclusión social para sus habitantes. Desde la universidad, sosteníamos con firme convicción, podríamos contribuir con estos procesos más bien estructurales. En efecto, en tanto Administradores Públicos, nos auto-definíamos como “agentes de cambio social”.  Pero como estudiantes no solamente debíamos comprender y aprehender las condiciones de vida “allá afuera”, sino que abrimos las puertas de las aulas universitarias a los pobladores. Contamos con el apoyo decidido de varios profesores, quienes abogaban también por un concepto de universidad y escuela comprometida socialmente.

El equipo de voluntarios fue, a decir verdad, excepcional. Allí se jugaron, a mí parecer, valores esenciales indispensables en una formación universitaria humanista, laica, crítica y comprometida con el valor de lo público. Y además, por qué negarlo, la mayoría de nosotros con afinidades y compromisos con la izquierda universitaria. Pero también desplegamos nuestras capacidades en terreno, contrastando, complementando y ciertamente tensionando los modelos formativos sin vasos comunicantes con lo real.

De las líneas de trabajo desarrolladas, la más consolidada fue el reforzamiento escolar que, en efecto, sigue vigente hasta el día de hoy. Fue precisamente a partir de las conversaciones cotidianas con los propios niños y niñas que identificamos una carencia que, para nosotros y para ellos, devenía en necesidad. Los niños y niñas no conocían la historia de su población y, según logramos recoger de sus palabras y de los pobladores adultos, había la sentida necesidad de reencontrarse con su propia historia colectiva. Fue entonces que el año 2005 surge el proyecto “Población Nueva Guanaco: los vecinos y vecinas rescatan y reconstruyen su memoria histórica” (en ese momento aun desconocíamos el origen del nombre de la población). Gracias al apoyo de fondos de la universidad, nos sumergimos en la historia de la población. Fue aproximadamente un año y medio de arduo trabajo junto a los protagonistas: dirigentes históricos, pobladores y pobladoras nos permitieron escuchar (de diversos modos) sus historias. Ello fue complementando con un proceso de investigación historiográfica, consulta de documentación y bibliografía. Así, un producto tangible fue la publicación y distribución gratuita de libro: “Población Siete de Febrero: vecinos, vecinas, vivencias, vivienda[2], ahora con el nombre que adquiere sentido real para sus pobladores.

Sobre esta base y sobre esta memoria, cabe reforzarlo, es que hoy continúan desarrollándose los trabajos voluntarios. Sin duda es un proyecto consolidado que ha sido sostenido por ya varias promociones de estudiantes. De eso podrá dar fe el estamento no académico que, vale el reconocimiento, siempre ha estado comprometido con el éxito de la iniciativa. Pero pienso que ello no es suficiente. En términos institucionales se echa de menos un apoyo decidido hacia un trabajo que permite a los estudiantes poner en práctica sus capacidades, dado que implica gestionar el proyecto, planificarlo, monitorearlo. Pero de parte de los estudiantes, pienso que mantener una mirada crítica respecto a la propia acción voluntaria es siempre necesario. Por ejemplo, ampliar las perspectivas de trabajo, sobre todo en términos cualitativos; vincular al estamento académico; retomar algunas categorías como el empoderamiento ciudadano; trabajar sobre la base de principios de inclusión, diversidad, no discriminación y participación activa; son posibles modos de repensar la acción voluntaria y, por tanto, la ética estudiantil y el compromiso universitario.

En definitiva, un desafío central para que el proyecto de voluntariado trascienda la asistencia, es convocar e involucrar a otros actores de la comunidad universitaria (directivos,  personal académico y no académico), lo que requiere (re)orientar la acción voluntaria, desde los propios estudiantes, sobre la base de principios éticos cuyo sentido sea la democratización del conocimiento, el compromiso universitario con la  realidad social del país, y el reconocimiento de quienes viven en situaciones de exclusión como legítimos otros.      



[1] Como sabemos, el origen formativo de las poblaciones en Santiago se encuentra en los masivos procesos de migración campo-ciudad de la década del 30 y 40 del siglo pasado, cuya consecuencia inmediata (dada la imposibilidad de la ciudad para acoger a los migrantes) fue la ocupación, generalmente ilegal pero ciertamente legítima, de terrenos públicos y privados con el fin de “habitar la ciudad”: éste es el inicio de las emblemáticas “tomas” que, como callampas, se multiplicaban por la ciudad dando paso a la formación de campamentos y “poblaciones callampas”.
[2] Guerrero, N., Schuster S., Yañez, X. (compiladores) (2006) “Población Siete de Febrero: vecinos, vecinas, vivencias, vivienda”. Editorial Tiempo Nuevo, Santiago. Disponible en biblioteca Escuela de Gobierno y Gestión Pública y biblioteca Ciencia Política Universidad de Chile; en Biblioteca Nacional; en biblioteca municipal de Recoleta; en biblioteca comunitaria de la población; y disponible on-line en http://www.memoriachilena.cl/upload/mi2359-2.pdf
"Que canten los niños que alcen la voz, que hagan al mundo escuchar. Que unan sus voces y lleguen al sol; en ellos está la verdad" (José Luis Perales)